La docente e investigadora de la UNTREF, Ana Laura Cantera, nos cuenta sus aplicaciones en diversos sectores productivos y el potencial que tienen para las PyMES y emprendedores. Además de ser respetuosos con el medio ambiente, son sumamente versátiles y seguros.
En el universo de los materiales para la industria, los hongos vienen ganando terreno no solo por sus propiedades sustentables sino también por su confiabilidad y maleabilidad. Hoy hay, en distintas partes del mundo, empresas y emprendimientos que los usan para producir packaging, ladrillos, paneles, cajones mortuorios, lámparas, adornos, muebles e indumentaria.
Ana Laura Cantera es artista, docente e investigadora de la Maestría en Tecnología y Estética de las Artes Electrónicas de la Universidad y fue una de las pioneras en el país en estudiar el diseño a base de hongos. Junto con el biólogo Emiliano Gentile conformaron en 2017 el laboratorio Mycocrea, donde empezaron a “crecer” estos materiales y a socializar la técnica con la que se elaboran. Hoy sigue profundizando esa tarea al frente del Laboratorio de Artes Electrónicas e Inteligencia Artificial que funcionará próximamente en la Sede Aromos de la UNTREF.
Como le cuenta al CIDEM, el componente del hongo que se utiliza para este tipo de producciones es el micelio. “Es la parte que crece bajo la tierra, similar al sistema de raíces de las plantas solo que en este caso se las llama hifas. Los hongos hacen su propio tejido subterráneo para obtener alimento, reproducirse y desarrollarse. Esa red es la que constituye el micelio”, aclara.
De acuerdo a Cantera, el micelio implica toda una revolución en las tecnologías de fabricación. “Es super versátil porque es el hongo que crece en la forma que uno quiere darle a partir de moldes, y está muy vinculado a la economía circular, la huella de carbono y al cuidado del medio ambiente. A diferencia del poliuretano expandido, que tarda muchísimo en degradarse, cualquier producto hecho con micomateriales se puede desechar en la tierra y sirve como sustrato para las plantas. Es totalmente compostable” asegura.
En cuanto a sus funcionalidades, la investigadora apunta que se trata de un material ignífugo, hidrófugo, aislante térmico y sonoro, con una alta capacidad de amortiguación y resistencia a pesar de ser muy liviano. Gracias a esas bondades, la reconocida empresa Dell los usa para empacar sus computadoras, también la firma Ecovative en Estados Unidos desarrolla paneles aislantes y acústicos para el sector de la construcción; en Alemania la compañía Zvnder ofrece carteras, gorros, colchas, billeteras y zapatos de cuero de hongos, y en Holanda la start up Loop creó un modelo de ataúd al que bautizó “Living cocoon” (capullo viviente); a nivel local, existen emprendimientos como Superpraxis, un estudio de arquitectura que trabaja con el micelio y se dedica a las construcciones temporales, por mencionar solo algunos ejemplos.
Consultada sobre cómo es la producción de los micomateriales, Cantera remarca que el procedimiento es muy sencillo y que se puede hacer a escala pequeña o grande, dependiendo del espacio con el que se cuente. “Primero se necesita algún descarte de la industria, como aserrín o viruta, o pueden ser residuos como la borra del café o la yerba mate usada. Se mezcla ese residuo con el hongo, que viene de forma concentrada en lo que se conoce como bidón productor, y ese sustrato se coloca en los moldes. Después se le pone encima un papel film o bolsa ziploc con pequeños agujeros para que el hongo pueda respirar”, describe.
El siguiente paso es dejar que el hongo crezca en un lugar oscuro, por caso un armario, mientras se alimenta de la materia orgánica. “Acá usamos hongos como las gírgolas, que son comestibles, o el reishi, que tiene un uso medicinal. Son los más comunes porque son los más voraces. Cuando el hongo está totalmente blanco y crecido, se desmolda el objeto y se lo pone al sol o en un horno. Una vez deshidratado, se obtiene el producto final”, continúa Ana Laura.
Si bien el proceso es simple, hay que tomar ciertos recaudos para evitar la contaminación, usando barbijo y guantes y esterilizando con alcohol todo el herramental y las superficies que se vayan a usar. La producción de micomateriales necesita de un ambiente semi controlado, y para hacerlos en cantidades mayores lo ideal es contar con un laboratorio que tenga autoclave, entre otras cosas.
“Más allá de las enormes ventajas que tienen estos materiales, un punto que tal vez le juegue en contra es el tiempo. No es que estás mezclando determinados químicos y productos y tenés el material listo, sino que hay que esperar a que el hongo crezca”, reconoce.
Sin embargo, los tiempos de producción varían de acuerdo al tamaño del objeto que se busque “crecer”. Para los más chicos, como puede ser una pieza del tamaño de una mano, el tiempo promedio es de una semana, en tanto que para la construcción de un panel, la espera es de aproximadamente un mes. También los plazos son diferentes de acuerdo a la función que va a cumplir cada objeto, si se trata de un envase va a ser menor que si hablamos de un ladrillo o un mueble, que requieren otro tipo de dureza y grosor.
Cantera señala que todo esto es extrapolable a la estructura de cualquier PyME o emprendimiento. De hecho, la artista y docente comenta que hasta hace poco estuvo asesorando a Cultura Emprendedora, un espacio maker de la ciudad de Andalgalá, en Catamarca, para el montaje de un laboratorio de micomateriales con el que los pequeños productores de la región puedan generar sus propios emprendimientos.
A pesar de que no es caro producirlos, todos los desarrollos a base de micelio tienen un costo elevado en el mercado porque son productos de innovación y son parte de una tendencia vinculada a lo sustentable. Una veta que, según Cantera, puede ser aprovechada por las pequeñas y medianas empresas. “Soy optimista respecto a la adopción de esta clase de materiales por parte de las PyMES, sobre todo ellas más que las grandes empresas, porque en muchas ocasiones suelen apostar a mejorar las condiciones de sus productos. Trabajar con el micelio no solamente tiene beneficios a nivel material, sino que a nivel conceptual agrega mucho valor. En las bodegas se utiliza bastante. Se puede proyectar el costo del envase al producto final y tener una versión premium con este tipo de presentación”, ilustra.
Para ella, el de los micomateriales es un mercado en crecimiento pero en el que todavía faltan más agentes y espacios productores. Además, adelantó que cuando el Laboratorio de Innovación de la Sede Aromos esté operativo, ella y su equipo realizarán una pequeña producción para compartir con los empresarios y emprendedores de la zona.
“La idea es articular con la comunidad. Desde la universidad buscamos el intercambio y la manera de generar enlaces. Nosotros tenemos la especificidad en las artes, pero con un gran desarrollo en micomateriales, y por supuesto podemos trabajar desde la capacitación y en todo lo que contribuya a la expansión de alguno de los sectores del partido. En ese aspecto estamos muy abiertos y con muchas cosas que podemos pensar juntos”, completa.
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