Por Carlos Moneta
Director de la Maestría en Economía y Negocios con Asia Pacífico e India UNTREF.
La reciente incorporación de Argentina a la “Iniciativa de la Franja Económica de la Ruta de la Seda y de la Ruta Marítima de la Seda del siglo XXI”, también conocida en inglés como “One Belt, One Road” (OBOR), profundiza la “Asociación Estratégica Integral Argentina-China”. Se genera así un nuevo e importante escenario de mayor alcance y profundidad en las relaciones bilaterales, que puede ser capitalizado por nuestras pequeñas y medianas empresas (PyMES).
Gran parte de los distintos acuerdos firmados tienen por propósito promover obras y acciones que innoven y diversifiquen el plexo de vínculos económicos y financieros ya existentes. En ese marco se destaca el papel de la cooperación bilateral y las inversiones chinas orientadas a la infraestructura y ampliación y diversificación del comercio entre ambos países. Las áreas comprenden: el desarrollo verde; economía digital; el espacio exterior; tecnología e innovación; educación universitaria; energía nuclear; agricultura; ciencias de la tierra y medios de comunicación públicos.
Las PyMES que dispongan de cierto nivel tecnológico, podrían en principio, incorporarse -en cuanto corresponda- a la parte nacional en proyectos de rehabilitación de ferrocarriles; líneas de transmisión de energía eléctrica; gasoductos; parques eólicos; complejos hidroeléctricos; satélites para observación; información geoespacial y distintos emprendimientos agrícolas.
Corresponde en primer lugar, suministrar la mínima información necesaria para el conocimiento de la Franja y la Ruta de la Seda. Este mega proyecto chino impulsa la coordinación de estrategias de desarrollo de los países participantes y la articulación de sus mercados, incentivando el consumo y las inversiones. Busca generar una mayor demanda, coordinar las estrategias de desarrollo; crear oportunidades de trabajo y facilitar los intercambios de carácter intercultural e intersocietal.
En cuanto a su alcance geográfico, la “Franja Económica de la Ruta” y la “Ruta Marítima de la Seda” vinculará mediante corredores económicos a China, Asia Central, Rusia y el Área Europea del Báltico por ferrocarril, carreteras y vías marítimas. Conectará con el Golfo Pérsico (los países árabes del Golfo) y con Europa por el Mar Mediterráneo, al igual que Asia Central y Occidental. También facilitará estrechar los lazos con el Sudeste Asiático, África mediterránea, Asia del Sur y el Océano Índico.
Se trata, en síntesis, de un proyecto que aspira a abarcar parte de cuatro continentes, cuya materialización requerirá varias décadas y un número aún no precisado de billones de dólares.
A partir de la construcción de infraestructura física y digital, incorpora múltiples dimensiones del quehacer y diferentes concepciones políticas y económicas. Si bien otorga un papel relevante a los mercados, aplicando pautas de la economía neoliberal, procura simultáneamente establecer nuevas reglas de juego económico-comercial con “características chinas” en las dimensiones público-privadas y estatal-transnacional que tienen como centro el desarrollo y la cooperación en las relaciones internacionales. Su materialización representaría el equivalente a un profundo desplazamiento de las placas tectónicas de la política y la economía mundial. En ese contexto, es muy importante señalar que el avance hacia dimensiones de integración con Europa que hoy apenas pueden entreverse, asumirá particular incidencia sobre la evolución de las relaciones económicas y comerciales de Argentina/América Latina tanto con Asia como con Europa.
Se observará un gran crecimiento del comercio y la presencia y participación de empresas europeas en territorio asiático y las de Beijing y otros países de la región en Europa. Esta situación corresponderá a la materialización de al menos una parte sustantiva del gigantesco plan de obras viales, ferroviarias y marítimas, contempladas en el proyecto. Se reducirá así el tiempo –y consecuentemente los costos de transporte de carga- facilitando un mayor comercio.
También es necesario señalar que estos avances en la integración euroasiática, generarán un amplio espectro de impactos en las relaciones entre la Argentina/América Latina y la Unión Europea (UE). Entre ellos, cabe destacar su esperable incidencia en la orientación y magnitud de los flujos de comercio e inversiones con la UE, que pueden presentar importantes diferencias en favor de actores asiáticos, en particular, los miembros de la Asociación de Países del Sudeste Asiático (ASEAN).
En cuanto se refiere directamente a China, uno de los principales propuestos de OBOR es contribuir a nivelar el desarrollo entre las regiones costeras más avanzadas con las de su interior, que contará ahora con mayores vínculos con otros países y regiones.
En este contexto, OBOR puede contribuir a solucionar el problema de la desigualdad que existe entre los ingresos de la población urbana y rural. China ya puso en marcha un gigantesco plan para la construcción de cien ciudades de un millón de habitantes y doscientas que contarían con medio millón de personas. Estas ciudades pueden ser percibidas como unidades intermedias que conjugan características del ámbito rural y el urbano. Esos nuevos emprendimientos contarán con servicios y comunicaciones más limitadas que las grandes metrópolis del país.
Dadas las características de estas unidades urbanas-rurales, pueden generarse oportunidades de negocios para nuestras PyMES. Existen varios caminos, uno de los más interesantes es ampliar el número y características de las ciudades hermanas que se están estableciendo entre ambos países, dado que China es un ferviente promotor de esta modalidad de vinculación cooperativa. Es viable entonces explorar el uso de otras formas de establecer relaciones con China para comenzar a conocerla en profundidad.
Sin embargo, hay distintos problemas que requieren ser superados, sobre todo aquellos vinculados al predominio de una visión de corto plazo. A modo de ejemplo, mientras en nuestro país seis meses representan un largo plazo, en los países asiáticos normalmente se planifica el desarrollo de esos programas en plazos de veinte años. Se observa aquí, una pronunciada asimetría que no tiene que ver con las diferencias de potencial económico-comercial entre Argentina y China.
De igual manera, predominan enfoques lineales, carentes de una dimensión pluridimensional. En efecto, hasta el presente la acción pública y privada de Argentina ha tendido a centrarse en solo una dimensión de OBOR: su capacidad de contribuir en alto grado al financiamiento de la construcción en infraestructura y conectividad.
Se trata de un enfoque receptivo, unidireccional. Pretendemos utilizar solo el carácter de proveedor de financiamiento y asistencia en cooperación técnica del proyecto, pero no estamos trabajando en favor de escenarios que, si bien resultan de mayor complejidad para un abordaje comercial, nos permitirían, por vía de nuestros acuerdos con el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII), explorar nuevos mercados en China y Asia, que en muchos casos son aún hoy escasamente conocidos.
Se requiere identificar potenciales socios y clientes entre centros de investigación, empresas, organizaciones regionales y bancos; descubrir que es posible acceder a tecnologías y formas de producción distintas y más competitivas si se elaboran con inteligencia el contenido y forma de las asociaciones con estas contrapartes y se establecen las vías políticas y económicas público-privadas necesarias para alcanzarlas.
Para ello, se necesita contar con una amplia utilización de inteligencia estratégica y planificación de mediano y largo plazo, que abarque el espectro de importantes variables que presenta OBOR.
En este marco, la coordinación de acciones entre el gobierno, los sectores empresariales, sindicales y actores económicos y del conocimiento es imprescindible. Necesitamos contar con coaliciones de interés públicos-privados y coordinar conjuntamente las acciones de negociación.
En particular, la República Popular China ya ha demostrado su muy amplia capacidad en la realización de operaciones transnacionales destinadas a establecer puntos fuertes para su comercio, bases de producción y la acción externa coordinada de sus empresas. Es este un criterio que merece una reflexión espejo para configurar la futura política externa de la Argentina con China y la región. La construcción de esos futuros depende fundamentalmente de nosotros.
En último término, el germen de líneas de acción adecuadas parte de una raíz: el conocimiento y la reflexión. Como señala un viejo proverbio chino:
“El que estudia y no reflexiona, se hunde en la confusión.
El que reflexiona y no estudia, no puede superar la complejidad”
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