Con 60 años de trayectoria, esta PyME familiar especializada en elementos de sujeción para el sector automotor logró conquistar algunos de los mercados más importantes de América, Europa y África. Su compromiso constante con la profesionalización y la innovación apuntalaron ese camino.
Baigorria nació en un garaje prestado ubicado en la calle del mismo nombre, en el barrio porteño de Villa Real. En ese lugar Héctor Lo Russo, su fundador, comenzó produciendo espárragos y tuercas con un torno que su madre le compró gracias a los ahorros que había podido generar con su oficio de modista. Corría el año 1961 y esas piezas, de fabricación casi artesanal, apenas llegaban a un puñado de clientes de los alrededores. Nadie por entonces podía imaginar lo que sucedería después.
“Mi suegro era un apasionado de los fierros, tenía la visión de que la industria transformaba. Para él y los de su generación convertir la materia prima en un producto totalmente terminado en Argentina era un orgullo. En ese momento se trataba de un emprendimiento pequeño, unipersonal, Héctor nunca pensó en conformar una empresa, por eso le puso el nombre de taller”, cuenta Rita Cosentino, actual presidenta de esta PyME familiar que exporta a más de 15 países de tres continentes.
Baigorria envía sus espárragos, tuercas y bulones a destinos como Alemania, Polonia, Estados Unidos, Canadá, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Colombia, Venezuela, Ecuador y Brasil, entre muchos otros. Trabaja con grandes distribuidores y repuesteros del aftermarket internacional. Como detalla Cosentino, el 25% de su producción va hacia el exterior y el 75% restante al mercado interno, con presencia en todas las provincias de Argentina. Actualmente cuentan con dos edificios en Caseros, uno en el que se centraliza la producción y otro destinado a la expedición y logística. La firma creció hasta llegar a los 40 puestos de trabajo y con el correr del tiempo fueron incorporando tecnología de punta a varios de sus procesos.
La internacionalización de Baigorria comenzó en la segunda mitad de los años 80, cuando Rita y su esposo Aldo Lo Russo (hijo de Héctor) asumen la conducción de la empresa. Ese período coincide también con un momento de reconversión tecnológica de la planta, después de que Héctor incorporara la primera estampadora en frío que representó todo un salto en la forma de producir.
“A partir de ahí empezamos a pensar no solamente el tema tecnológico sino el tema comercial, que había sido muy dejado de lado. Vendíamos solo porque nos venían a comprar, entonces nos planteamos esto de explorar los mercados de afuera. Al principio hacíamos todo desde acá, yendo a embajadas y consulados. Por esos años hicimos nuestros primeros despachos a Uruguay, Chile y Bolivia”, repasa Rita.
Pero las ventas al exterior eran todavía marginales. Fue luego de la crisis de 2001 que se da un verdadero vuelco en la proyección internacional de Baigorria. Como detalla Cosentino, en esa etapa fue clave haberse integrado al Programa Diverpymex impulsado por la Fundación del Banco Credicoop y el organismo español COPCA. Con ese acompañamiento, crearon un departamento de exportación en la empresa, empezaron a viajar y a participar de exposiciones, sumando otras plazas de peso como Inglaterra, España y Sudáfrica.
Sobre las claves para consolidarse en esos mercados, Rita destaca que en parte se debe a su capacidad para transformar una debilidad en una fortaleza. “El nuestro es un producto de escaso valor unitario y para justificar determinadas ventas necesitas volumen. Esa desventaja pudimos aprovecharla, porque vimos que el bulón de rueda, el espárrago y la tuerca eran productos que no les interesaba hacer a los grandes fabricantes de tornillos como China e India, ni a los productores locales que preferían vender para la construcción. Vimos que lo nuestro era algo de nicho y que podíamos exportar, con un diferencial: la variedad y el servicio”, se explaya, agregando que actualmente tienen más de 3.000 productos.
Otro elemento que Cosentino considera esencial a la hora de querer insertarse en el mundo es la paciencia. “El resultado no lo obtenés de un día para el otro. Primero tenés que invertir, y cuando digo invertir me refiero a viajar. A lo mejor lo que gastaste en ese viaje es más que el pedido que lograste que te pasen la primera vez. También tenés que entender los tiempos de los clientes. Si vas una vez y no te compran, si vas otra y no tenés las cosas servidas, hay que seguir insistiendo”, describe.
Otro hito que señala Rita en la internacionalización de Baigorria fue haber podido cambiar su proveedor de rollos de alambre de acero, la materia prima con la que confeccionan sus productos. Según cuenta, los distribuidores de Acindar no querían venderles y se contactaron con la acería de Brasil Belgo Bekaert Arames. “Eso hizo que tuviéramos un precio muchísimo más competitivo porque era el precio del acero a nivel internacional y era de una calidad más homogénea, con plazos de entrega certeros”, apunta.
Esta decisión, que les dio una serie de ventajas para exportar, implicó asimismo una mayor inversión. “Antes a los distribuidores les comprábamos los kilos que necesitábamos por mes para poner en las máquinas. Desde que nos asociamos con Belgo hasta hoy, tenemos un stock de 7 meses de acero. Ahí hay un costo financiero, pero nos permite mayor flexibilidad”, remarca.
Para Cosentino, la internacionalización no solo se reduce a un tema de rentabilidad. “Tener una pata en el exterior no solo es un negocio en sí mismo, en el sentido de que uno va a ganar algo con eso. Lo que te da también es diversificación y aprendizaje, te da conocimiento de cómo se está manejando tu producto a nivel mundo y en consecuencia podés también accionar en el mercado interno. Cuando empezamos a trabajar con Chile, que solo tenía autos japoneses, tuvimos la flexibilidad de fabricar piezas para Nissan, Toyota, Hyundai y Kia. Cuando estas marcas llegaron a nuestro país, ya estábamos preparados”, ejemplifica.
El compromiso con la mejora continua
En ese recorrido que va de Caseros hasta Johhannesburgo, Baigorria se enfocó mucho en la profesionalización y la innovación. “Creemos que es importante estar aggiornados y actualizados, con mucha lectura de la realidad, de la actualidad económica y política argentina y mundial. Si uno quiere defender lo que hace hay que estar atento a eso”, expresa la presidenta de la firma, quien también ha sido una de las impulsoras del grupo Red de Empresarios para el Desarrollo (RED). Cosentino es contadora, tiene un master en Desarrollo Industrial de la UBA y es una entusiasta promotora de la formación permanente.
Tanto en el caso de los mandos medios como de quienes se desempeñan en tareas técnicas, la empresa destino recursos para que pudieran capacitarse. “Buscamos el conocimiento en Brasil, que es un mercado con mucho recorrido en el tema específico de estampado en frío y bulonería. También cuando incorporamos los software NAGSIM Y NAGFORM de Estados Unidos trajimos a los especialistas de allá y hemos mandado personas que estaban en el departamento de calidad con una media beca a capacitarse a Japón en kaizen. Cada vez que podemos, hacemos participar a nuestra gente de desarrollo en exposiciones de tecnología y comercialización, que son otra parte de la formación”, resume.
A tono con esta política de mejora constante, Baigorria también fue sumando tecnologías de la industria 4.0 para hacer más eficientes algunos de sus procesos en las áreas de producción, comercialización y pedidos. Así, incorporaron una impresora 3D para la fabricación rápida de repuestos de sus estampadoras, tornos y roscadoras que les permite mejorar notablemente la productividad; habilitaron un canal de venta digital a través de Aleph para llegar a los consumidores finales con productos de fabricación propia y otros que importan, como tuercas y bulones cromados para el segmento del tunning; e implementaron el sistema de código QR en todo lo que es el pickeo a partir de una capacitación en mejora continua que están haciendo con el experto Adrián Carrizo de la UNTREF.
Pero el espíritu innovador de Baigorria no solo pasa por la adopción de soluciones digitales en un rubro tan tradicional como el metalúrgico sino por la incorporación de nuevos actores a su esquema de trabajo. Rita cuenta que se aliaron con la cooperativa Argentina Resiste de Tres de Febrero. “La cooperativa se ocupa de todo el tema de fraccionamiento y empaquetado en un galpón exclusivo para eso, y las capacitaciones que estamos encarando con Adrián (Carrizo) también llegaron a ellos. La idea es poder tener un centro logístico y de distribución, que se pueda tercerizar esa parte y nosotros centrarnos en la fabricación”, describe.
La empresa tiene otros proyectos entre manos como la apertura de una sucursal en España y la ampliación de su superficie con la compra de un terreno en el parque industrial de General Rodríguez.
Sobre el escenario económico que se viene, que parecería no ser tan promisorio para las PyMES, Cosentino no deja de ser optimista. “En general nos sostenemos a pesar de todo. Hay una variable que depende de nosotros, que tiene que ver con la formación, la inversión. Las PyMES tenemos muchas cosas buenas, la capacidad de adaptación, la pasión por lo que hacemos, el conocimiento que se va transmitiendo de generación en generación y ser dadoras del 85 % del empleo en Argentina. Por su puesto, otra parte depende del Estado y del lugar en el que elija ponernos, del financiamiento que nos pueda dar para seguir creciendo. Yo no creo que sea únicamente en el dólar donde esté la competitividad, hay una eficiencia que tiene que ver con lo interno de las propias PyMES. Pensar a la empresa como profesionalizada es lo mejor que podemos hacer porque eso nos capitaliza a nosotros, los directivos, y a nuestra gente. Si queremos tener PyMES fuertes, tenemos que ir por ese camino”, reflexiona.
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